La Ley de «Memoria Democrática» es una aberración desde el punto de vista histórico y desde el punto de vista democrático.
Por mucho que se intente rescribir la historia, darle el carácter de ley y callar a aquellos que presenten una visión más verdadera de lo que sucedió entonces, lo que pasó es lo que pasó. Una ley no puede cambiar la historia. Imponer mediante multas, ilegalizaciones o expulsión de monjes una visión de la historia es dogmático y sectario.
Poner a socialistas y comunistas de los años 20 y 30 como ejemplo de democracia o de cumplimiento de la legalidad para intentar construir una historia de buenos y malos es, sencillamente, ridículo. Es suficiente con leer cualquier declaración de los gobernantes de la época.
Basta ya de utilizar sucesos de hace más de 80 años para intentar dividir a los españoles de hoy.